Ni
siquiera sé si va a volver.
El viento
sopla con fuerza.
El huracán
está esperándome a la vuelta de la esquina,
y el
terremoto que tiene el epicentro en mi ombligo
me está
poniendo nerviosa.
Cuento
hasta diez
pero no
sirve de nada.
Vuelvo a
mandarlo todo a la mierda.
Soy la
misma niña de siempre,
Igual de
loca,
igual de
cobarde.
Pero no
hay bandera blanca en el horizonte.
Me esperan
las trincheras.
En tierra
de nadie,
mordiendo
el polvo,
intentando
no cargar con más
peso que
el que marca mi corazón.
Latiendo
fuerte,
a contratiempo,
haciéndome
daño
en mitad
del pecho.
Mi
miocardio llora.
No hay
manera de
parar la
hemorragia,
y un
torniquete a destiempo
sería mi
fin.
Déjame
pegar un último tiro.
Pegarte un
último tiro.
De esos
que entran hasta
los putos
huesos
y te ponen
la piel de gallina,
y el alma
al rojo vivo.
Hasta que
me sangren las manos,
voy a
seguir escribiendo.
Voy a
seguir bailando,
hasta que
me sangren los pies,
hasta que
me duelan tanto
que este
dispuesta a morir
tarareando
esa canción.
Mis
heridas en carne viva,
y yo
intentando entender
por qué
sopla tan fuerte el viento.
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