Wednesday, February 22, 2017

Me despierto tan ajada que casi me dejo lo sueños olvidados en casa. Salgo a la calle como un caracol, buscando el sol, la luz, la vida. Algo parecido a la hora del recreo, a la sonrisa de un niño un viernes por la tarde. Me recompongo pieza a pieza en cada paso que camino. Y ese el el truco. Caminar. Pues ya supimos hace tiempo que no había camino, mama. Tú me lo contaste antes que ellos ¿verdad? Igual que aquellas golondrinas. Con cien cañones por banda y el pelo hecho un desastre, sigo queriendo bailar en cada semáforo en rojo. Si él me viera me diría que parara. Qué absurdo, qué estúpido sería. ¿Por qué parar cuando tus átomos están llenos de música? Fuimos el agua y el aceite, una fórmula química que siempre tendería a explotar, a convertirlo todo en mierda. Pero sus ojos, mama, sus ojos eran como el océano y yo nadaba, y me miraron como si yo existiera de verdad. El tiempo se lleva casi todo, pero nos deja algunas Polaroids sepia para que sepamos que un día no estuvo tan mal. Que por un segundo pudimos ser felices.



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