Wednesday, October 16, 2013

Era una chica corriente. En todos los sentidos. Tenía una cara corriente, un cuerpo corriente, una forma de hablar corriente. Nunca destacaba. Nadie se fijaba en ella. Siempre estaba rodeada de chicas más bonitas, con ojos más grandes, voces más sensuales, cuerpos más esculturales, miradas más salvajes, melenas más brillantes, con mejores tetas, mejores culos, labios más interesantes. Pero si te fijabas detenidamente había algo en ella. Una indiferencia total al mundo exterior. Una capacidad abrumadora de no caer en complejos absurdos y en banalidades rancias. Una naturalidad tan extravagante que dejaba desconcertado al que tenía delante. Una forma de hablar y de dirigirse a los demás tan carente de vergüenza, tan sincera, que a veces daba miedo. Tenía una personalidad arrolladora. Y se los comía a todos con patatas. Muchos creían que era todo fachada. Una carta en la manga por no tener nada más con lo que jugar. Se equivocaban. A ella le daba igual el juego. Ser fiel a si misma era su única premisa, y se aceptaba tal y como era. Si no la querían, no la querían. Y si la querían, serían bienvenidos. No fingía, no intentaba ser algo que no era. Era real. Y eso era algo a lo que mucha gente no estaba acostumbrada. Y sí, era corriente en muchos sentidos. Pero eso era lo de menos. Sabía que ellas eran todas perfectas. Pero se había propuesto llegar hasta el final. Y lo iba a conseguir a pesar de ser tan sumamente corriente como decían. Y es que en el fondo, de corriente tenía muy poco.

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