Tuesday, October 29, 2013

La inocencia perdida
se quedó
en alguno de esos bancos,
supongo.

Cuando él llegó
pisando fuerte,
sin darme tiempo
a sobreponerme
a la ola que sin yo saberlo
iba a llevarme por delante.

Me llevó, sí,
a una costa
desierta,
 a un suelo yermo,
en que ninguna flor
podía florecer.

Marchitó
todas mis rosas,
todas mis mañanas
de domingo,
e hizo que
desde entonces
el teléfono
se convirtiera en mi peor enemigo.

Y me costó,
salir del laberinto.
Fui un minotauro furioso
y perdido,
que no podía ver más
allá de los muros.
Y cuando por fin
conseguí salir,
el mundo me pareció
más frío,
más amargo.

Mi inocencia se quedó allí.

Y pagué el precio más alto,
por algo que fue demasiado gratuito.

No comments:

Post a Comment