Tuesday, October 29, 2013

Me acuerdo de lo bien que cantaba,
de cuanto me gustaba su voz,
de como hacia de todas las sobremesas
un momento especial,
de lo orgullosa que me sentía
de que fuera mi abuelo,
de la mirada de admiración
que sé que le dirigía.
Me acuerdo de las canciones
que cantábamos con él,
de cómo mi padre siempre desafinaba,
y mi hermano y yo
lo solíamos hacer bastante bien,
aunque nunca mejor que él,
porque eso era imposible.
Me acuerdo de cómo sonreía,
y como nos hacía sonreír,
y de lo genial que era compartir esos momentos.
Me acuerdo,
con un dolor especialmente intenso,
de cómo se fue apagando lentamente,
una vez que ella ya no estuvo.
Era como si sin ella
todo valiera un poco menos.
Y de hecho, así era.
Cuando pienso en ella,
veo sobre todo el color de sus chaquetas,
de un azul marino intenso,
y unas uñas siempre perfectas,
en un tono siempre rosa.
Cuando pienso en ella,
me acuerdo de esa manta que me tejió
para mis muñecas,
de esa noche en la que se me perdió el anillo,
creándome una angustia inigualable en el pecho,
del otro anillo tan bonito que me regaló,
de sus manos en mi pelo.
Cuando pienso en ella,
entiendo tan bien a mi abuelo.
Y ya no está ninguno de los dos.
Y les recuerdo a veces con lágrimas,
otras con sonrisas.
Y me acuerdo,
de la canción que escribí,
cuando se fue mi abuelo,
y de cómo no he sido capaz de releerla,
y de cómo aun la tengo guardada,
esperando ser capaz de cantarla un día.

Habla de ellos.

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