Aquí está,
la Sole,
sentada a mi lao.
Fiel y antigua compañera,
que sé que siempre
estará
esperando en las esquinas.
Y cuanto bien me hace,
cuanto bien,
encontrarme con ella,
y sentarme a charlar.
A contarle,
como dolieron
todas esas caídas.
Mientras les pongo
nombre a las cicatrices,
e intento vendarme las heridas
que aun tengo sin curar.
Y que no van a curar.
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