Monday, November 18, 2013

Podría hablarle de mis noches de insomnio.
Y de cómo cuando me duermo,
casi siempre tengo pesadillas.
Y cuando me despierto,
agitada y sudando,
tiritando,
y acojonada,
no la tengo a ella cerca,
para calmarme,
para saber
que no pasa nada,
que sólo era un mal sueño,
que estoy con ella.
Podría hablarle que no hay
día,
ni noche,
en que no la recuerde.
Y hay noches,
en las que su recuerdo es tan
nítido,
que casi puedo tocarla.
Pero no.
Y me duelen las manos,
apuñaladas por su ausencia.
Porque mi tacto
tiene guardado su
calor en la memoria,
y no hay nada que pueda
tocar
que me vaya a
hacer sentir
así,
como me sentía
cuando la tocaba.
Podría hablarle
del dolor
anclado en mi pecho
para siempre.
Un puerto eterno
que lleva su nombre.
Y las olas vienen a morir,
a sabiendas
de que no van a encontrarse
con el movimiento
de su cola.

Sí, podría hablarle de ella.
Y mientras mis ojos se humedecen,
sé que entendería,
que ni él,
ni nadie,
puede causarme
más dolor
que el que sufro
cada día
por vivir con su ausencia.

Y es que sin ella,
sin ella joder,
todo es una porquería.

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