Iba en los asientos de la izquierda,
apoyado contra la ventana.
Llevaba bambas de basket blancas,
pantalones vaqueros,
y los cascos puestos.
Es tan nítido,
el recuerdo,
que abruma.
Y no sé exactamente hace cuanto tiempo fue,
pero parece que las agujas del reloj
no hacen efecto.
Y es que no hay forma de olvidar,
la perfección
de ese momento.
Hay segundos
que duran una eternidad.
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