Sunday, April 6, 2014

Abrió las manos, y
de repente nada.
Un soplo de viento
se había llevado sus sueños a otro lugar.
Muy lejos,
jodidamente lejos.
Donde ella ya no podía tocarlos.
La vida había jugado bien sus cartas.
Ella se había quedado en la cuneta
esperando que alguna furgoneta
vieja
parara a recogerla.
Pero sabía que eso no iba a pasar.
Había dejado de creer en los cuentos de hadas,
y en el camino tampoco encontró judías mágicas.
Nunca fue como le dijeron que seria,
como esas mentiras que te cuentan
cuando apenas eres una cría.
Eso de los príncipes, ya sabes,
eso de los finales felices.
Toda esa mierda.
Las maletas viejas
vacías de ilusiones,
y sus ojeras
le hablaban de él todavía.
La vida a trompicones.
Su libro favorito
pegado en el costado,
y una sonrisa cansada
intentando
trascender.
Empezó a andar,
porque era la única manera.
Porque no había camino,
ya lo dijo él.

Va sin mapas por la vida,
su brújula no marca el norte,
y su cabeza,
llena de pájaros,
sigue pensando
que debajo de una piedra,
cualquier martes por la tarde,
encontrará
lo que siempre anduvo buscando.

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