Agobio. Estrés. Locura. Tarde de domingo en la estación de Donosti, no podría ser de otra manera. Te entran unas ganas incontrolables de pegar a todo el que se interponga entre tu maleta y tú, y subes al bus enfadada con el mundo en general. Aire acondicionado a tope, cojonudo. El pavo que te ha tocado al lado no deja de moverse e invade tu espacio. Todo genial. Empiezas a leer y parece que te relajas un poco, pero te mareas y tienes que parar. Una voz grave se alza por encima de las demás. Miras a tu izquierda. En los asientos de al lado viajan una señora y un señor mayor. Pones la oreja inevitablemente, porque el señor va hablando para todo el bus. Escuchas un rato y sonríes. No puede ser más adorable. Como conclusión he sacado que era viudo, y que la mujer que estaba sentada a su lado era su novia, o algo así como una amiga especial. La llamaba cariño, mi vida, y la besaba en la mano. Hablaba todo el rato, y ella no sé yo si le escuchaba mucho. Pero el la miraba, y le decía cosas bonitas entre chapa y chapa. Ha dicho cosas preciosas sobre la vida, la amistad, el amor. Y me ha hecho reflexionar sobre ciertas cosas. Ha sido un viaje productivo. Y siempre emociona ver a una persona mayor sonreír como un adolescente y ver que el tiempo si ha dejado huella en su cara pero no en su corazón. He bajado del bus con el ánimo cambiado. Pero seguía siendo domingo, y las cosas no podían terminar así de bien. He llegado a casa, y he podido verificar que las llaves de mi casa (mi casa casa) no están aquí. Cojonudo, si no estaban allí, y no están aquí, ¿dónde coño están? Y luego he entrado en la sala, he abierto el balcón y he visto que mi helecho está seco del todo. Se ha achicharrado ahí metido, sin aire y sin agua todo el fin de semana. Pobrecito mío, no me ha durado ni tres semanas.. y era tan bonito. Desde luego, tengo que alejarme de las cosas vivas, que una cosa es que se me rompan todos los cacharros, pero que se me mueran las plantas, eso ya no. ¿Y ahora qué? Ahora a comer bizcocho, que eso siempre me hace sonreír.
- Divagaciones de un domingo cualquiera
Escrito el 22 de septiembre de 2013.
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