El escaparate me devuelve tu reflejo.
Quizá debería preocuparme,
pero por ahora sigo caminando
como si mis gastadas botas
no tuvieran intención de parar nunca.
La ciudad me come
y yo me dejo comer,
porque no concebí nunca
un lugar mejor
para perderme.
Soy como Gepetto
dentro de la ballena.
Pero yo no intento escapar,
esta luz no me da miedo.
Esta luz no me da miedo,
esta luz me habla de ti.
Y me entran ganas de bailar
y de decirte
sin que oigas
que ojalá tu sonrisa
un poco más cerca,
que ojalá
esa forma
de pronunciar
a dos centímetros de mí.
Y mientras tanto
llega el invierno
y yo sin calefacción.
El frío entra por todas las rendijas,
pero dentro de mi
se enciende una pequeña
chispa
que me hace ser optimista.
Están cambiando los colores.
Y no sé por qué me da
que tú tienes algo que ver en eso.
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