No voy a esperar a que llegue el huracán. No va a llegar. Tengo que coger la mochila y empezar a hacer el camino. Caminante perdida y olvidada, que recoge margaritas de las orillas de las cunetas. El alma rota a puñetazos, y mi sonrisa desgastada sonriéndole a la luna. Apareces en mis sueños, como una estrella fugaz que no puedo alcanzar. Me despierto con ganas de ti, pero el mundo tiene otros planes. Tú tienes otros planes. Y qué bonito sería, entrar en tu universo, ponerlo todo del revés, hacerte cosquillas. Y qué bonito sería, cambiar de piel, robarte las sudaderas, aprenderte de memoria. Joder, qué bonito sería. Y en vez de salir a buscarte, me alejo en todas direcciones, intentando poner más silencio de por medio. Como si no estuvieras ya bastante lejos, como si no estuvieras ya en el otro extremo del mundo. Como si no fueras ya un imposible dibujado en las olas del mar. Y es que no sabes lo que daría por bañarme en tu mar, por empezar a contar estrellas colgada de tu espalda. Y es que no sabes lo que daría por poder acercarme lo suficiente, por morir en el intento. En ti.
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