- Ya lo sé.
- ¿Y por qué has esperado?
- Tenía qué hacerlo.
- ¿Tenías qué? No, claro que no tenías que hacerlo.
- Sí.
- ¿Y eso por qué?
- Porque tenía que ver tu cara al regresar.
Se quedó callado y la miró con cara rara.
-¿Tenías que ver mi cara?
- Sí.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- A veces me sorprende la poca capacidad que tienes para entender las cosas importantes de verdad.
- Sí, lo sé, soy un insensible de mierda. ¿Pero qué quieres decir?
- Que tenía que ver tu cara. Tenía que ver cómo sonreías, si tu sonrisa iluminaba como el sol uno de esos mediodías de agosto, o era más bien un amarillo pardo intentando camuflar la tristeza de tus flaquezas. Tenía que ver si te brillaban los ojos, si el mar entero se escondía en ellos, rompiendo olas contra el intenso negro de tus pupilas, vibrando, haciéndote salvaje. Tenía que ver si no podías esconder tu felicidad en cada gesto, si abrías la boca más de lo normal, y sonreías cada poco sin tener por qué. Tenía que verla a ella reflejada en tu iris, entender que te había cambiado la vida, entender que había entrado hasta la cocina, poniéndolo todo del revés, haciéndote vulnerable. Tenía que ver con mis propios ojos cómo me mirabas, como si ya sólo fuera un mero fantasma, un eco de otro tiempo que nada tiene que ver contigo, un vendaval apagado, un fuego hecho ceniza. Tenía que ver si te habías enamorado.
No comments:
Post a Comment