Un cunnilingus a las penas,
otro viaje en autobús.
Ya he perdido la cuenta.
Mis dedos siguen temblando
con el roce del papel,
y pienso que nada está demasiado
lejos si es el corazón quien
emprende el viaje.
Puedo recorrer el universo
por esos latidos,
andando y con mochila,
y no me cansaría,
no me hartaría,
no pararía.
Mis venas llenas
de amor del caro,
pero no sé
exactamente dónde derramarlo.
Como si no hubiese recipientes
predispuestos a abarcarlo,
voy dejando un
rastro de sangre
allá por donde paso.
Y es bonito
saber que el odio
quedó tan lejos
que ya nunca
puede alcanzarte.
Mis mejores coordenadas
están a unas cuantas horas de mí,
y en la maleta llevo mi jersey favorito.
Sonreír no es tan difícil.
Pero qué no daría yo por sonreír contigo,
por hacerte reír como un niño,
por llenarte las pupilas
de colores,
de un nuevo amanecer
repleto de esperanza.
Pero no vienes, no vienes,
no vienes.
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