Wednesday, December 19, 2012

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Entre el ir y venir de cada día, nos perdemos cosas. Todo el mundo va demasiado rápido. ¿Quién se para a respirar? El tráfico parpadea a una velocidad de vértigo. Los viandantes van corriendo, mirando al suelo, mirando sin ver. Nadie se para. Nadie se baja del carrusel que va girando y girando. Los autobuses transportan cientos de ojos sumergidos en su paisaje interno. Y el que mira por la ventana en realidad no está mirando. Escribo sentada en un asiento derecho de la línea 2314. Llevo los cascos puestos, para perderme en mi propia melodía. Habrá unas 17 personas aquí dentro. Cada una con su propia historia. ¿Y qué sabemos de los demás? Somos autómatas cumpliendo el recorrido diario. Porque nadie se atreve a romper con la monotonía. Yo voy camino de la facultad, ha sumergirme entre papeles. Y ni siquiera disfruto del camino. Estamos condenados a la indiferencia. Sólo somos gente que pasa sin palpar. Si conseguimos rozarnos ya habremos hecho mucho. Converger nos queda tan lejos. Pienso en por qué estoy aquí, y por lo menos puedo contestar. Ya es más de lo que antes tenía. Quiero aprender pero no estoy disfrutando de lo que aprendo. Miramos sólo el objetivo, pero ¿y el camino? Siempre nos olvidamos de él. Y a veces, es lo más importante.

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