Wednesday, December 5, 2012

Fragmentos.

(El chico está tomando algo en una terraza de la calle principal. La chica se sienta en la mesa, así sin más.)
- ¡Hola!
(El chico la mira extrañado, no la conoce de nada.)
- Em, hola! ¿Quien eres?
- Tú no me conoces.
- No ya, eso ya lo veo.
- Cállate. 
(El chico se queda parado mirándola.)
- No me interrumpas. Yo te lo suelto todo de una tirada, y luego me voy. Pero si me interrumpes no podré hacerlo. Así que cállate y escucha.
(El chico la mira perplejo, pero no dice nada.)
- Yo nunca había pensando que sería posible ¿sabes? Sólo era algo que leía en los cuentos. Tengo 17 años, y nunca me había pasado. Y pensaba que no me pasaría. ¿Cómo podría pasarme? Y entonces un día, me dormí. Y salí más tarde de lo habitual de casa. Iba con prisa, ya sabes, por eso de llegar tarde a clase, que luego te da vergüenza entrar y todo eso. Bueno, que me lío. Pues eso, que iba tarde y con prisas, y me caí en el escalón del portal, y luego casi me pilla un coche, y hacía viento, y el pelo se me enredaba en al cara, y no veía nada... Y además pues como soy un poco torpe, pues me tropezaba todo el rato, y me chocaba con la gente. Ya ves, un caos de mañana. Y entonces entré en la calle principal. Había gente en las terrazas, desayunando antes de ir a trabajar. Y miré hacia la derecha, hacia esta misma terraza en la que estamos ahora, y te vi.
(Se queda calla, para coger aire.)
Llevabas puesta una sudadera azul, y tenías los pelos revueltos. Tenías pinta de no haber dormido nada. Se te cayó el café, y te manchaste el pantalón. Mientras intentabas limpiarte, pensé que eras lo más bonito que habían visto mis ojos jamás. Me quedé parada unos segundos, intentando asimilar la situación. El corazón se me aceleró, y me empezaron a sudar las manos. Tenía que irme, así que miré el reloj, eran las 8y30 de la mañana. Apunte la hora, la calle, y la terraza en un pedazo de papel que arranqué de un cuaderno que llevaba en la mochila, y salí corriendo para el instituto.
(El chico la estaba mirando boquiabierto. No se creía que aquello pudiera ser real. Que chica tan curiosa. ¿Qué intentaba decirle? ¿Estaría loca? Si, seguramente sería eso, la chica estaba pirada. Lo mejor sería no hacer nada que pudiera molestarla, igual le daba un brote o algo. Siguió callado y rígido, mientras la chica no paraba de hablar. Dios mío, cuanto hablaba, ¿es que no pensaba parar nunca?)
No me concentraba en clase. Tenía la cabeza como que me daba vueltas, me sentía mareada, y tenía un nudo en la boca del estómago. Y tu imagen clavada en la cabeza. Y no se iba. No se iba. Dejé de luchar contra lo inevitable. Habías entrado. Y ya no ibas a salir. ¿Lo entiendes? ¿Entiendes lo que suponía eso? Me había enamorado. Así, sin más. Y todo porque me dormí. No entendía nada. No entendía cómo podía ser. Que curioso era todo. Si aquel día hubiese salido de casa a la hora de siempre, no te hubiera visto, y mi vida hubiera seguido siendo igual. Pero te vi, y todo cambió de golpe. Desde entonces nunca pude volver a llegar a la hora a clase. Siempre pasaba por las terrazas hacia las 8y30, para verte tomar el café y el bollo. A veces te sumergías debajo del periódico y me daba muchísima rabia porque entonces no te podía ver bien. Pero claro, no sabía quién eras, ni de dónde, ni qué hacías, ni cuantos años tenías, ni cómo te llamabas. Sobre todo eso me traía de cabeza. Cuando me metía en la cama, solía ponerte nombres, probando a ver cual te quedaba mejor. Y así todos los días. Y no aguantaba más. Y tenía mucha angustia. Y no podía dejar de pensar en ti. Así que un día decidí seguirte.
(La chica se paró, y le miró a los ojos. Él se quedó alucinado. Estaba tarumba, estaba majara. Le había seguido. Dios mío, aquello tenía que ser una broma. No podía creérselo. Había salido como todos los días, a desayunar a su terraza, y de repente se encuentra con aquello. Con una loca que le dice que le sigue por la calle. Estaba alucinado.)
Así que eso, como te iba diciendo, ese día no fui a clase y te seguí. Desayunaste, y entraste a trabajar al taller ese de la esquina, y luego comiste con un compañero en la taberna de enfrente, volviste a trabajar hasta las 6, y luego te fuiste a casa. Me gustó el barrió en el que vivías, tenía buena pinta. Apunté el portal, y me quedé esperando en un banco de la calle, a ver si salías. Y al de un buen rato, no sé, una hora o una hora y media, saliste. Estabas tan guapo. Me quedé embobada. Pero reaccioné rápido antes de perderte la pista en la primera bocacalle. Y después de un rato siguiéndote agazapada entre coches, y escondiéndome detrás de farolas que no me tapaban nada, tú llegaste a tu destino. Otro portal. Más grande, y en un barrio más bonito. Había coches bastante caros aparcados en la calle, y la zona estaba limpia, y los árboles eran altos y preciosos. Tú estabas nervioso. Mirabas al suelo, y te tocabas mucho el pelo, y te movías de un lado a otro. Y entonces apareció. Una chica más bajita que tú, con el pelo largo y liso, y un cuerpo que podría fácilmente ser de portada de Vogue. Era más bonita aun que tú. Si me hubieran gustado las chicas, me hubiera enamorado de ella en ese instante, palabra. Tenía una cara angelical. Era preciosa. Preciosa. Y tú la miraste de esa manera con la que se mira algo que deseas más que nada. Como un niño cuando se asoma al escaparate de una de esas pastelerías que tienen de todo. Pues así. Así la mirabas. Y yo estaba detrás del coche, con cara de idiota, pensando que coño hacia ahí. Estaba haciendo el ridículo. ¿Como no se me había ocurrido? Pues claro que tenías novia, por supuesto que tenías novia. ¿Cómo no ibas a tener novia con lo bonito que eras? Y entonces, cuando me di cuenta de lo que aquello suponía, salí corriendo. No paré hasta llegar a casa, y me tiré a llorar en la cama. Nunca me había sentido tan pequeñita, tan insignificante, tan poca cosa. Y sobre todo tan tonta y tan estúpida. Desde aquel día, no he vuelto a llegar tarde a clase. Ya no leo cuentos de esos que cuentan historias que nunca se cumplen. No me paró delante de los escaparates de tiendas de novia soñando con que alguien algún día me esperará en el altar con cara de tonto. Ya no escucho canciones idiotas de esas que te hacen querer creer que sí, que si es posible. Ya no sueño despierta. Y sobre todo, cuando voy por la calle, siempre miró al suelo. Para no tropezarme. Y para no enamorarme de cualquier desconocido en alguna esquina aleatoria. Sobre todo para eso.
(El chico la miró fijamente. Ya no sabía que pensar. El rostro de la chica reflejaba dolor, y tristeza. Y una nostalgia infantil tan tierna que no parecía poder provenir de alguien que estuviera loco. Pero esa chica estaba pirada, estaba claro. Aun y todo, sintió pena al verla mirar al infinito y secarse una lágrima del ojo derecho con el dedo pulgar. Carraspeó incómodo, y miró para otro lado, mientras ella volvía a hablar.)
Seguramente estás pensando que estoy loca o algo. Y puede que si lo esté, no lo sé. Nunca me han analizado y a saber que tengo ahí  metido, en la cabeza digo. Pero he venido hoy aquí, porque no podía seguir con mi vida. Estaba atascada. No sabía por donde seguir, por donde tirar. Necesitaba decirte lo que habías supuesto para mí, lo que tú significabas. Y así poder pasar página.
(Le miró a los ojos. Y continuo.)
Te quiero. Te quise desde el primer momento en que te vi. Creo que eres lo más bonito que he visto jamás. Y cuando sonríes, el mundo se para. Andas de una manera que me hace sonreír, y cuando te tocas el pelo y te lo revuelves, creo que estás irresistible. Sé que no te conozco, que solo te he observado por la calle, y que igual eres un psicópata o un maltratador, o eres un idiota, o corto, o no sabes escribir bien, o hablas mal, o muchas otras cosas que no me gustan de la gente. Pero me da igual. Porque no te voy a conocer, y mi cabeza te ha idealizado, y en mi imagen ideal, eres perfecto. Y espero que seas muy feliz con esa chica, porque es preciosa, y tiene un pelo genial, y me gusta su expresión. Y creo que quedáis muy bien juntos. Y yo voy a estar bien, porque ya te he dicho lo que siento, y ahora ya podré pasar página.Y ya está. Y eso es todo. Y ya no te voy a volver a molestar nunca.
(Se levantó nerviosa, tiró sin querer la taza de café de él, luego se tropezó con la silla, y se cayó al suelo. Se levantó a toda prisa, miró a los lados, y salió corriendo. Él se quedó mirando como se iba. Vestía muy raro. La camisa le quedaba grande, y los pantalones eran de un color demasiado chillón. Llevaba chancletas, y un gorro de lana en la cabeza. No entendía como alguien podía llevar chancletas y luego un gorro de lana en la cabeza. Desde luego, estaba claro que la chiquilla estaba loca de remate. De repente vio como se tropezaba en la mitad de la acera, y más adelante se chocaba con una señora. ¿Sería miope? ¿Cómo podía ser alguien tan patosa? Sonrío. Desde luego, curiosa era un rato. ¿Quién sería? ¿De dónde salía? ¿Estaría loca, o simplemente era rara? Que misterio. Nunca le había pasado nada parecido. Era surrealista. Pero había que admitir que la chica tenía cojones. Y además era divertidísimo oírla hablar. Y era tan despistada. Que graciosa. Empezó a reírse. Se levantó, dejó el dinero del desayuno en la mesa, y se dirigió al taller. Una sensación extraña se había apoderado de él. No sabía muy bien qué era. Empezó a silbar, una canción que solía silbar cuando se sentía de buen humor. Volvió a sonreír. Algo estaba cambiando... )

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