Tuesday, June 18, 2013

Lunes a la mañana. Sales de casa pensando que no hace tan malo, pero por siaca te pillas el jersey, no vaya a ser que se tuerza el día. Subes al bus, y cómo no la tarjeta no tiene saldo, toca pagar. 1,60, te quedas a cuadros. Róbame más y tal. Te sientas, y le das al play. Miras pa la derecha, y ves a un niño en su sillita. Te saluda. Saluda a todo el mundo que entra. Tú le sacas la lengua y él se empieza a reír. Y así todo el viaje. Creo que nunca había visto un niño tan jodidamente bonito. Te hace sonreír. Te bajas en el hospi, y él también (iba con su abuela, no iba sólo el niño xD). Tiras pal edificio central a ver si te explican cómo coño tienes que ir pal edificio de maternidad, que no lo entiendo muy bien, pero es ahí donde te hacen las panorámicas de la boca y toda la movida. Le preguntas a la de recepción y sus indicaciones exactas son las siguientes: sigue la línea roja hasta que se acabe, baja a la planta cero, luego coge la línea verde y hasta que se acabe. Guay. Te sientes parte de un videojuego, y cuidao con no chocarte con la peña, porque tu vas mirando las rayas, y si alguien te estuviese observando desde fuera, seguramente pensaría que eres idiota o algo. Pero tú tienes que cumplir tu misión, tienes que llegar al final de la línea verde, y el mundo no te va a detener. Llegas. Te sacan la movida esa, y tiras pa fuera. Esto es algo que pasa mucho, cuando sales de cualquier sitio, y tienes que coger el bus pa volver, llegas a la parada, y el bus justo se acaba de ir, y claro, entonces te queda media hora o más de espera. Típico. Empiezas a pasear de un lao pa otro, intentando hacer tiempo y cantando, porque no hay peña, y no te oyen, y si te oyen tampoco te importa. Pero han pasao 20 minutos o así desde que entraste en el hospital, y no sé que coño ha pasao en ese tiempo, pero el cielo ha oscurecido, ha salido viento, y hace una puta rasca que te mueres. Menos mal que tu intuición por una vez no te ha fallao, y el jersey ayuda. Y después de andar, cantar, mirar mil veces la hora, observar a la gente, hacerte teorías en tu cabeza, etc., llega el bus. Te subes, delante de una que se te quería colar, cuando tú llevas más de media hora esperando, y te da igual que el bus este vacío y joder, vas a coger sitio si o si, pero la sensación de idiota que se te queda, si entras la última después de haber llegado la primera y haber sufrido toda la espera, pues no me da la gana. Que además le dice al que estaba alao mio: tú estás antes. No, no señora, yo estaba la que más antes de todos, no haga usted como que no existo, que estoy aquí, y por mis ovarios que voy a entrar antes que usted. Consigues superar ese complicado reto que suponen las señoras, y te sientas tan tranquila. Y de repente, ahí está otra vez, el niño de antes. Sonriendo y moviéndose en su silla. Le vuelves a mirar, te vuelve a sonreír. Es tan bonito. Y así sigues el viaje, con la música en los oídos, y el alboroto del niño.. y piensas que hace falta muy poco para sonreír, que hace falta muy poco para que una mañana de lunes gris, brille y te haga brillar.

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