Bailar al son de tus compases.
Eso es lo que tus pies deberían hacer.
No intentar seguir los compases que dictan los demás,
y no llegar nunca a ningún lado.
Menos aún, a inventar un nuevo vals.
Baila al son de tus compases,
aunque tu propio ritmo te haga tropezar.
Al menos sabrás,
que tus pies solo intentaban
seguirte a ti.
A nadie más.
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