Thursday, July 26, 2012

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La piel quemada ya no duele, no es un dolor suficientemente intenso. Duele debajo del pecho, rozando el vértice más inalcanzable del alma. Ahí, justo ahí. Y luego un poco más. El corazón llora un poco, pero tampoco quiere lanzarse. Prefiere esperar la calma. No sé si llegará. De todos modos, el dolor significa que fue real, real hasta el confín más recóndito que pueda imaginarse. Y eso está bien.

El dolor termina pasando. Siempre termina pasando. Hay que sentirlo, saber soportarlo, vivir con él un tiempo, conocerlo, palparlo... Y luego, cuando llega el momento, dejarlo ir, para dejar sitio a lo bueno.

Nunca me dio miedo sentir dolor. El dolor es esencial en la vida. Si no duele es que no bajamos al alma, nos quedamos en la superficie. Y eso, no me vale. Una vida es poco tiempo como para quedarse siempre en la superficie, hay que bajar, hay que lanzarse, hay que arriesgarse, y hay que hacerse mucho daño. Hay que bajar al infierno para saber valorar lo que es tocar el cielo. Sino, ¿de que serviría? No tendría sentido.

Al fin y al cabo, tener el corazón roto es buena señal. Significa que lo hemos intentado, que hemos luchado por algo. Que entregamos nuestro bien más preciado a alguien, que confiamos, que nos lanzamos, que vivimos apasionadamente en los brazos del amor, poco o mucho tiempo, eso da igual, y que aunque termine, aunque se acabe, lo que sentimos fue real, e irá con nosotros siempre. Enseñándonos, haciéndonos mejores.

Y yo, con mi corazón sollozante en espera de un viento más favorable, me quedaré siempre con esta frase:

"Ama hasta que te duela. Si duele, es buena señal."

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