Tuesday, July 17, 2012

No renunciaría.

Al olor de un libro viejo cuando lo abres mientras acaricias su páginas amarillentas. A una poesía con rimas exactas. A la perfección de un extracto de esa novela de Delibes. A T.S Elliot y ese poema que me cautivó. Digamos que Paul Auster es imprescindible. Y Rowling más aún. Esos diálogos serán inmortales. Los poemas de Neruda. Sobre todo el último de ese libro que tengo. Y la frase final del que está en la página 67 si no me equivoco. Cada vez que leo esas cuatro líneas se me erizan los pelos de los brazos.Vamos a ver, Pessoa es algo más. Ese libro es sublime. No alcanza la perfección porque él mismo dice que la perfección es inalcanzable. Si no la alcanzaría. Pero es difícil imaginar como un ser humano ha podido escribir semejante tesoro sin ser perfecto. Desde luego, es la aproximación más perfecta que he leído. Dickens y su humor, realmente sobrecogedores. Jamás creí que podría llegar a reirme tanto leyendo a un autor inglés clásico. Lo inesperado siempre sabe mejor. Los personajes son tan geniales que terminas admirando la imaginación de ese señor. No puedo olvidarme de Perez Galdós, y aquel libro tan lleno de belleza y ternura. Los rudos paisajes que describe Machado con tanta sensibilidad. Y su querido olmo. Bukowski y sus locuras y excentricidades. La máquina de follar fue el libro más irreverente que he leído jamás, pero rebosa genialidad por todos los costados. Es inmenso. Daniel Defoe con su Robinson Crusoe. O García Marquez con sus Cien años de soledad. Magnífico libro, aunque lo leí siendo una chavalita y no pude captarlo bien en su totalidad. Tengo que releerlo. Pero el Coronel no tiene quien le escriba fue colosal. Ese final no tiene símil. Podría pasarme toda mi vida escribiendo y jamás conseguiría terminar tan bien una novela. Lord Byron también tiene lo suyo. Y Béquer no se queda atrás. Mark Twain y sus travesuras. Lorca y su Poeta en Nueva York. Miguel Hernández y la eternidad de su espíritu impregnada en esas líneas. Y Camus, y Hesse, y Kafka, y Tolstoi... Todos los que se esconden en las baldas de mi cuarto. Y en las de la sala. Los que dejaron su mejor parte guardada en papeles que amarillean con el tiempo. Siempre serán inmortales. Estan ahí, y son geniales. Y jamás renunciaría a poder perderme con ellos en cualquier nueva aventura que quieran emprender. Estoy aquí, y preparaos grandes autores, porque no dejaré de leer.

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