No sabría
que tipo de análisis hacer. Quizá es verdad que ciertas heridas no curan nunca.
Las llevo abiertas en ambos costados. Sangran cuando menos me lo espero, y me
impiden avanzar como quisiera. Algunos dirán que no importa… A mi me siguen
rompiendo el alma.
Y no es
que pueda arreglar aquello que se rompió no sé cuando, ni dónde, ni porqué
maldita razón. Está roto. Roto para siempre. Y cada día intento poner un
parche, una tirita, un vendaje… Pero a la hora de la verdad la sangre sigue
brotando. Y no me libro del castigo de ser yo. Ese maldito castigo de ser
yo…
Y es
que no sé que tipo de análisis hacer. Quizá las heridas ya cerraron hace tiempo
y lo único que queda es el eco de esa voz que me decía que podía ser posible.
¿Nunca lo fue sabes? Nunca lo fue. Viví colgada de una ilusión sin futuro, que
se desplomó con el mínimo soplo de viento. Cayó al suelo y nunca más consiguió
volar. Y yo me escondí en mi rincón, con las alas rotas.
¿Y qué
si todo es mentira? ¿Qué si cada lágrima, cada suspiro de dolor, cada latido de
más, cada momento de flaqueza, cada vuelta de cabeza es falso? Una realidad
ficticia, algo que no merece la pena tomar en cuenta. Algo que está ahí pero
que no te toca, que no te roza. Que simplemente tiene que ser. Un universo
paralelo de color gris, una leve sombra de nuestro mundo de colores. Puede que
me creyera tanto la existencia de este mundo que me quedé atrapada en él,
viviendo cada momento y cada instante como si fuera el real, sin darme cuenta
de que aquello existía solo dentro de mi cabeza, solo dentro de mi cabeza.
¿Acaso
estoy loca?
A estas alturas, no es que me importe demasiado. Viví demasiadas horas atrapada
dentro de un reloj que contaba otras horas. Y ya va siendo hora de escapar.
Quiero
vivir en mi mundo de colores. ¿Y sabes que es lo mejor de todo? Que es mío y
nadie me lo puede quitar. Porque este también está dentro de mi cabeza. Todos
los mundos en los que vivo están dentro de mi cabeza. El planeta tierra es
real, pero el mundo en que vivimos es relativo. Einstein estableció que cada
ser humano tiene su propio tiempo. Por tanto, creo que me es lícito decir que
cada ser humano tiene su propio mundo, o si prefieres, su propia visión del
mundo, su propia percepción del mundo, sus propios colores.
Y ahora
cuéntame, ¿cómo es el tuyo?
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