Friday, January 11, 2013

Conversaciones espontaneas con la compañera de piso. Hablando de amores que vinieron, y se fueron. Que nunca llegaron a quedarse. Que sólo dolieron. Mil versiones y definiciones distintas. ¿Podrías tú definir el amor? Quién sabe como explicarlo, cuando cada corazón lo siente a su manera. Siempre a su manera. Y la mía siempre fue esa. No supe nunca de otra. Incondicional. Esa es la palabra. Generoso. Esa también. Ilimitado. Constante. Loco. Apasionado. Ardiente. Ilusionado. Real. Intenso. Incontrolable. Incapaz de ser negado. Resistente. Confiado. Fuerte. Paciente. Sacrificado. Fiel. Leal. Verdadero. Sincero. Y supongo que unas cuantas palabras más. Pero esa es mi versión. Tan sólo una más.

Tanto desamor nunca me hizo desistir. El amor siempre volvía. Porque siempre está ahí. Sólo hay que encontrarlo. O dejar que te encuentre, yo que sé.

Pero si algo hemos tenido claro, es que hay que arriesgarse a sentir. Siempre. Pase lo que pase, y aunque duela de una manera en la que nunca pensaste que podría doler. Porque duele, sí. Claro que duele. Pero es preferible sentir dolor, a no sentir nada. Estás vivo. Y el dolor es un ingrediente más de la vida. Pero es mejor arriesgarse, aunque pueda doler, a no arriesgarse nunca por el miedo a que duela. Porque cuando te arriesgas, y no duele, habrá merecido la pena. Con creces.

Así que nunca dejes de arriesgar, porque eterno o fugaz, el amor siempre merece la pena.

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