Wednesday, January 2, 2013

Fragmentos aleatorios.

Sus ideas sobre lo bello y lo feo eran categóricas: Había en ella una predisposición contra lo preparado, lo obvio, lo pretencioso. En las casas le desconcertaba la inclinación al bulto, la aglomeración. Amaba los espacios libres, los muebles desnudos, el brillo espartano de una mesa de nogal. Y aborrecía, en cambio, las vitrinas, la exhibición, los bibelots, los libros en piel, los cuadros demasiado altos. En la naturaleza no era el orden natural sino el desorden lo que admiraba: el caos profundo de una noche estrellada o la frondosidad impenetrable del bosque. En la naturaleza sobraba la cuadrícula, la línea recta, la medida. Como sobraban los remedos: el parque simulando un bosque. Su idea sobre el mundo vegetal era muy severa: debía existir, pero ajeno a toda domesticidad. Le conmovía la belleza de un macizo de flores iguales en el rincón más humilde e imprevisto de un jardín y, detestaba, por contra, las glorietas de recibo, los arriates ostentosos, la miscelánea de los parterres. Esta faramalla le producía la misma ingrata impresión que una flor en una maceta o un pájaro enjaulado. Para ella las flores eran la imagen de lo espotáneo, de lo libre, lo más opuesto a la organización. Y todo lo que supusiera constreñir su libertad, hacer geometría con ellas, constituía un contrasentido.

Señora de rojo sobre fondo gris, Miguel Delibes

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