Friday, February 22, 2013

Le miró. Cualquiera diría que era la primera vez que le miraba. Su corazón volvió a acelerase, su respiración volvió a agitarse, sus piernas volvieron a temblar. Pero un buen observador se habría dado cuenta de que sus puños rígidos, su mandíbula apretada, su mirada fija y acusadora, no auguraban nada bueno. Todo en ella indicaba que no podía ser la primera vez que le miraba. En efecto, se había perdido un millón de veces ya en esos ojos. Pero nunca los había mirado así. Y la mirada de él, cuando se enfrentó a la de ella, no aguantó más de dos segundos en posición. Tuvo que mirar para otro lado. Y mira que odiaba tener que mirar para otro lado. Pero había algo en esos ojos que no había visto antes. Más allá del enfado, más allá del huracán, percibió eso que jamás querría percibir en ella: decepción. La decepción no necesitaba gritos, ni arañazos, ni cosas por el suelo. La decepción no necesitaba gestos, ni palabras, ni actos de rebelión. La decepción, cumplía su máxima función, expresaba su máximo potencial, con aquello que de ella más temía: con el silencio. Porque jamás se había encontrado con algo tan doloroso cómo su silencio. Era un silencio lleno de todo aquello que más hiere. Sabiendo, que cuando es dicho, pierde su poder. Sabiendo, que cuando es callado, se vuelve indestructible. No hay nada que puedas hacer contra un silencio. Nada, absolutamente nada. Y ella se había callado. Le miraba en silencio, intentando que sus ojos se llenaran con todo aquello que no estaba diciendo. Pero él ya sabía todo lo que estaba diciendo. Y no podía soportarlo. Prefería mil veces cualquier palabra malsonante, antes que aquello. No podía luchar contra el silencio. No sabía luchar. Y ella, aprovechando su ventaja, le destrozó en menos de cinco segundos. En el sexto, ya estaba dándose la vuelta. Y a cada paso que se alejaba, el silencio seguía sin ser llenado. Y a cada paso que andaba, el silencio pesaba más. Y cada metro que se alejaba, se hacía más imposible combatir ese vacío. El aire, invisible e intangible, no fue alterado. Ninguna onda sonora cruzó la atmósfera en ese instante. A ella le quedó la decepción. A él, el silencio.

No comments:

Post a Comment