Thursday, February 28, 2013

Quizá en alguna de esas esquinas. Quizá no, seguramente. En alguna de esas noches. Con luna llena, luna media. Quizá en alguna de aquellas madrugadas. La mayoría frías. Tan frías que ni siquiera tu risa podía llenarlas con algo parecido al calor. No, ni siquiera tu risa. Me perdí en aquellos segundos, sin saber qué coño hacía allí. Sin saberlo, y sin intención de llegar a saberlo alguna vez. Me rendí a no sé qué. Ni siquiera intente levantar la espada. Y la armadura no era suficientemente dura. No, nunca fue suficientemente dura. Y tus lanzas atravesaban cada centímetro de aquel oxidado metal. No hubo jirón de piel que quedara intacto. Ni un puto trozo de piel se salvó. Y aunque eras tú quien causaba la herida, no creo que la herida fueras tú. La herida fui yo todo el rato. Fui yo quien empuñó la lanza que tú clavabas. No tengo nada que perdonarte. Porque yo creé la herida, que aún hoy no he logrado cerrar.

Y lo que me queda.

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