El cielo está extremadamente azul.
Viento frío, típico de estas fechas.
Huele diferente ya,
es como si se notara en el aire
que se acerca ese periodo
de compras compulsivas,
canciones repetitivas,
y luces por todas partes.
Y está llegando.
El barrio está tranquilo.
Hay poca gente por la calle.
Será por el frío,
o quizá por la hora.
La gente estará trabajando.
Unas luces mal puestas
indican que el ayuntamiento
ya ha tomado cartas en el asunto:
oficialmente es Navidad.
No me gusta.
Miro a la luna.
No está llena,
pero está preciosa.
Destaca en el cielo raso.
Todavía no se ven las estrellas,
no está oscuro del todo.
Aunque aquí no se pueden ver casi,
por eso de las luces,
aquí no es como en el pueblo.
Respiro.
Hay días de otoño que me gustan bastante.
Este podría ser uno de ellos.
Hay calma, tranquilidad.
Y ese azul me fascina tanto.
Es mi color favorito.
Paso por delante de una peluquería,
la que está en la plaza de debajo de mi casa.
Debería cortarme el pelo.
No quiero.
No me lo voy a cortar.
Llego a casa.
Me pongo a Extremo,
e intento no pensar.
Creo que Venus asoma por mi ventana.
O igual es Marte.
Nunca sé distinguirlos.
Estaría guay saber cual es cual.
¿Que no?
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