No renunciaría a media hora
más de insomnio,
jamás.
Me acostumbré a dormir mal por las noches.
A no poder conciliar el sueño.
A estar más despierta
que al amanecer.
Me acostumbré
a este cansancio
insuficiente,
a este alargar
inagotable
de la hora
en la que el reloj
marca las doce.
Pero sólo por ella.
Y ya nunca dejaré
que ningún él me quite el sueño.
Pero ella,
puede venir
a tenerme despierta
toda la noche,
y si quiere
se puede quedar en mi cama conmigo
a hacer como que dormimos
pero sin dormir jamás.
Ella es mi desvelo eterno.
Y es un precio
que estoy dispuesta a pagar.
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