Salgo al balcón
y la noche.
Él sentado en esa silla
mordiéndose las uñas.
No vais a entenderme.
Huele a flores siempre,
mi madre y sus jardineras,
ya ves.
Un piso tan pequeño
lleno de cosas tan bonitas.
¿Y quién necesita más?
No veo la luna,
pero sé que está ahí,
con eso me vale
para sentirme protegida.
La música no deja de sonar en mi cabeza,
y esos ojos que no veo
se me vuelven a clavar.
Ya quedan pocas lunas para cambiar de coordenadas.
Y quiero gritarle al viento:
gitano, espérame.
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