Thursday, May 16, 2013

El sol tiraba para el sur.
Cambiaba de hemisferio.
Su luz se reflejaba levemente
en ese satélite tan familiar.
Porque ya sabéis que la luna no tiene luz.
Es el sol, que la quiere tanto,
que la ilumina y la hace brillar.

Ella sonreía en lo alto,
fiel vigía eterna,
de su cómplice, la tierra.
Iluminando en noches solitarias,
a marineros perdidos,
a animales nocturnos,
haciéndoles sentir,
que en el cielo,
siempre hay alguien iluminando el camino.
Y realmente, es así.

Entre mis cuatro paredes,
yo no podía verla,
pero saber que estaba fuera,
resultaba inspirador.
Porque mis mejores horas,
eran siempre,
aquellas en las que él se iba al sur,
y ella venía a vigilarnos.

Colgada en lo alto,
tan grande, tan bonita.
Trabajaba mejor,
con su misterio cerca.

Pero desde que llegaron las pesadillas,
ya no me gusta la oscuridad.
Y sólo espero que ella haga que vuelvan,
mis mejores horas,
aquellas en las que la noche,
era fiel aliada,
y cuando el mundo callaba,
mi alma gritaba a pleno pulmón,
encima de un papel en blanco.



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