La oscuridad,
amiga y enemiga,
en este eterno campo de batalla,
en el que lucho contra él, contra todo.
Maldito insomnio,
que viene a recordarme,
que cuando el mundo se queda callado,
es porque los sueños se apoderan de las calles.
Y yo, me quedo en tierra de nadie,
entre la almohada y el infinito,
intentando abandonar el sur de este colchón maltrecho.
Fueron las mejores horas, fueron las peores horas.
Las que el insomnio me robaba cada noche,
dejándome minutos contados para soñar.
Y que pocas veces soñé,
tuve demasiadas pesadillas.
Y ahora,
lo echamos a suertes,
y cada vez que me gana,
me toca esperar.
Esperar a que la siguiente pesadilla
se apodere de mi mente,
y sin dejarme descansar,
hacerme despertar violentamente,
para que no olvide cual es mi maldición.
Aunque esta maldición,
resultó bendición durante muchas lunas.
Me reencontraba con ella,
y hacíamos el amor
en ese lado del colchón,
durante minutos
que contenían dentro de sí,
la eternidad.
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