Saturday, May 4, 2013

Son los imposibles,
los que duelen.

Cuando pienso en esa playa, en cualquiera, andando descalza por la arena, tumbándome y manchándome entera mientras hago ángeles y me revuelco, y los granos de arena me entran a la boca, y mastico y hace ese ruido que hace la arena cuando la masticas, y luego miro al horizonte, y veo que el sol se está poniendo, y el cielo está rosa, y de todos los colores, y hay unos barquitos pequeños barados por el oeste, y entonces salgo corriendo y me metó en el agua hasta las rodillas, y luego vuelvo a salir corriendo, y empiezo a andar por ese muelle de madera, y llego al final, y me siento, y todo el mar se abre ante mi, y saco el lápiz y el cuaderno de la mochila, y me pongo a escribir, mientras la melodía de las olas me relaja, y siento el salitre en la cara, y entonces, cuando parece que no puede ser más perfecto, en ese paraíso desierto, sin nada, sin nadie, aparece ella por detrás, saltándome a la espalda, y empieza a lamerme el cuello, el pelo, y todo, y se sienta a mi lado, y se queda conmigo mirando el mar, mientras yo le acaricio la cabeza, y pienso, que no quisiera estar en ningún otro lugar, ni de ninguna otra manera.

Y justo cuando termino de escribir, mis ojos ya están llenos de lágrimas.
No te preguntes por qué.
Son los imposibles.
Que duelen, y no sabes cuanto.

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