En la vida real, en la práctica, todo es caos, y nerviosismo, y sudoración, y balbuceo, e incapacidad de articular las palabras correctamente, y ver borroso, y sentir el cerebro nublado, y ser torpe, y patoso. En la vida real, en la práctica, hay malentendidos, y cosas que no quisimos decir y que dijimos, y cosas que callamos y que quisimos decir, y silencios incómodos, y enfados, y desenfados, y tonterías que nos hacen daño, y otras que nos hacen más daño aún, y hay miedos, y dudas, e indecisión por todas partes. En la vida real, en la práctica, el beso surge de cualquier manera, a veces en el sitio más cutre, y sin previo aviso, sin música de fondo, sin sincronización. En la vida real, en la práctica, no acabáis a la vez, y estáis cortados, y es raro, y te da vergüenza, y es más torpeza, y es más nerviosismo, y sentirte más pato aún. En la vida real, en la práctica, es jodidamente difícil conectar con una persona, y hacer que una noche cualquiera merezca la pena, porque aunque es lo más simple que te podrías imaginar, mola porque estás con esa persona e incluso la conversación más absurda es algo brutal. Que no os engañen, en la vida real, en la práctica, todo eso del romance es algo así como una prueba de esfuerzo inesperada, y esa de pasar las vallas lo más rápido que puedas tirándolas todas, y un exámen sorpresa, de mates por supuesto. Pero si al final del día piensas en esa persona, y aunque todo sea torpe, y raro, y difícil, te hace sonreír, y hace que todo se aun poco más de colores, si te atreves, puedes intentarlo. Igual, después de todo, la vida real, la práctica, no está tan mal como dicen. Y asumámoslo, de todas las formas que hay de que te de vueltas el estómago, puede que sea la mejor. ¿No crees?
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