Cada vez que se vaya mira para atrás. No, no, no, mira para atrás. Cuando se esté yendo, y el viento acaricie su pelo, y mueva el culo como sólo ella lo mueve. Mira para atrás. Porque ella te estará mirando. Y como no mires, bajará la cabeza y pensará que por qué coño no la estás mirando. Y créeme, a ti no te conviene que se haga esa pregunta. Porque mientras camina con la cabeza baja, inhalando profundamente en cada paso, ella se estará preguntando: ¿Por qué no me ha mirado? ¿Por qué no ha aprovechado esos segundos en los que me alejaba para mirarme un poco más? ¿Qué era más importante que mirarme sonriendo para que yo al mirarle le pudiera sonreír de vuelta? Ya sabes, una de esas sonrisas de: todo está bien, nena. Pero no tú no la miras. Y no, ella no ve esa sonrisa. Y entonces, se escapan los colores. Y eso, colega no mola nada. Así que, coño, cuando se vaya, mira para atrás. Te prometo que merecerá la pena. Su sonrisa es increíble.
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