Friday, September 5, 2014

No miraste para atrás.
Te estaba mirando.
Estaba esperando que miraras.
Pero no miraste.
Subí las escaleras del bar y salí,
aunque primero miré por las rendijas
de la escalera,
y te vi mirando a tus amigos,
medio riendo.
Sonreí,
aunque me doliera el pecho.
Cuando llegué a la calle
Tania me abrazó
y lloré abrazada a ella.
Luego me sequé las lágrimas 
y salimos corriendo de allí.
Como si al dejarte atrás
mi corazón te pudiera expulsar.
Pero no,
no funciona así.

Me di cuenta en ese momento.
Cuando no me miraste.
Que era el final.
Que ahora si que si,
era la despedida.
Que no vi tu sonrisa
haciéndome saber que todo estaba bien.
Porque no,
nada estaba bien.
Todo estaba jodidamente mal.

Y aun y todo.
Aunque nos vayan a separar más de mil putos kilómetros
y quizá no volvamos a estar nunca,
aunque me llore el alma,
y el corazón,
y todo mi cuerpo tiemble,
tengo que decirte,
mi vida,
que por un segundo de felicidad contigo,
valen la pena mil años de tristeza,
y que por un beso de esos
que me dejan sin habla,
mataría uno a uno a todos los hombres de la tierra.
Quiero decirte,
mi vida,
que contigo sólo hay una manera:
te amo como si el mundo
nunca se fuera a acabar,
y a la vez,
como si el sol
se fuera a apagar mañana.

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