Lejos de tus putos domingos,
mis latidos a más de cien.
No tengo palabras
que no sepan
a derrota.
Todo mi cuerpo
cubierto
de tu ausencia,
como si el aire me dijera:
él nunca va a tocarte.
Y que putada
que yo no quiera que
me toquen los demás.
Y que putada.
Bailo con los ojos cerrados,
como si así
pudieras aparecer aquí,
sin previo aviso
y de puntillas,
para que cuando los abriera
ya no pudiera dejar de sonreír.
La música suena,
me tiembla el alma,
y no hay rincón
en el que no vea
escrita la palabra imposible.
Quiero borrarla,
decirle que se vaya,
que no me gusta
una puta mierda.
Pero se aferra a mis párpados
como clavo ardiendo,
y no hay duda que valga:
es imposible.
Sería más fácil
ponerme a saltar en la luna.
Y dime,
¿que coño puedo hacer ahora?
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