Y así fue como aquella vez se fue sin que le besara porque yo no podía besarle porque él había bebido de una puta lata, y yo no puedo beber de las putas latas. Si me hubiera muerto en ese momento, él se habría quedado sin mi último beso, sólo porque mi cabeza no me dejaba hacerlo. Esa idea me mató tanto que me odié mientras lloraba pensando en lo que dejaba pasar, sólo porque mi cabeza era un poco diferente. Me prometí que intentaría siempre superar cada obstáculo que el trastorno me pusiera delante. Pero a veces, te vuelves loco, y no puedes hacer absolutamente nada. Suerte que él sí me entendía. Aunque la cara con la que se fue aquel día era suficiente para quererte arrancar el corazón.
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