A él le diría, que desde el segundo cero,
ya me tenía,
y que bajo esas estrellas
pedí un deseo que sabía que no se cumpliría
pero que no pude evitar: que aquello no se acabara.
Y a él,
que podría haber estado
dando vueltas por el mundo cuarenta años
o más, y que seguramente
en ningún rincón
encontraría a alguien tan jodidamente genial.
Y a los dos,
que les quise
con todo mi corazón
desde la primera sonrisa.
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