Wednesday, April 3, 2013

Fui a parar a ese lugar. Allí nadie dormía. Mi insomnio sonrío de refilón, sabiendo que encajaría. Fui a parar a ese lugar. Allí el reloj se paraba. Y las noches no eran buenas, ni malas. Sólo eran oscuras. Fui a parar a ese lugar. Dónde sólo el eco te contesta cuando para el viento. Conté y conté cómo pasaban los segundos. Era inútil. Nunca la certeza pesó tanto como cuando intentaba contar los segundos que pasaban. Me di cuenta, lenta pero irrevocablemente, de que allí, más que un ningún otro lugar, los segundos no pasaban. Pasaba todo lo demás.

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