Wednesday, April 24, 2013

No te dije nada. No quería que mis palabras sufrieran la humillación de presentarse ante ti, y que tú hicieras como si no estuvieran ahí, como si no fueran reales. Pasabas de mí, pero no quería que pasaras de ellas. Las protegí, como si fueran mis hijas. Porque no quería que las tocaras, que las manipularas, que las dañaras. No quería que llegaran a ti, para que tú solo las dejaras pasar de largo. Y no hablé. Sólo di media vuelta. Y recuerdo, igual que si fuera ayer, ese maldito momento, en el que me giré sobre mis talones, con la garganta llena de palabras que no diría ni aunque alguien me apuntara con una pistola a la cabeza, con la garganta llena de verdades que dolían, que ardían. Pero no podía decir más, no podía. Lo único que te dije, me partió por la mitad. Luego tu silencio terminó de matarme. Y ya estaba desarmada, y ya estaba desangrada. Y cuando me iba, esperando ingenuamente que tu brazo me alcanzara, me parara, me detuviera, y no me dejara irme, sentí el peso de todo lo que no decía, el peso del daño que me hacía no poder decirlo. Pero ellas me dieron las gracias, por no hacerlas vulnerables. Porque la gente cuenta, que pesa más lo que no se dice, y estoy de acuerdo con ellos. Pero aquella vez, aquella puta vez, sabía, con una certeza irrevocable, que si hablaba dolería mucho más. Opté por guardarlas dentro de mí, por llevarlas conmigo. Y no me duelen. Porque ellas están mejor dentro de mí. Y nunca van a salir. Aunque quemen más que el fuego.

No comments:

Post a Comment