Sonó el timbre. Abrió la puerta, y la vio plantada encima del felpudo.
Estaba empapada. Y en su cara se podía leer la más profunda determinación.
- Hola.
- Hola. Estás calada. ¿Cómo se te
ocurre venir con la que está cayendo?
- Eso da igual. Tenía que venir.
De repente, estaba sentada en mi cuarto y me vinieron todas esas cosas a la
cabeza ¿sabes? Todas juntas, de golpe. Y sabía que hasta que viniera aquí, y te
mirara a la cara, y tuviera el valor suficiente para decirte lo que tengo que
decirte, todas esas cosas no iban a dejarme en paz. Por eso he venido.
- Bien. No sé de qué va esto,
pero vale. Pasa, y siéntate en el sofá. Estamos solos.
- Vale. Mira no sé exactamente
qué decir, o cómo decirlo para que no suene raro. Y es que no entiendo nada. Es algo inexplicable, y
aun así, es un hecho, una realidad. Y no me deja en paz. Y no puedo más. Así
que voy a empezar, y no me interrumpas hasta que termine:
No me gustas. Nada. Eres
desagradable. Te metes con la gente, no sabes hablar sin intentar vacilar o
hacer algún chiste. No eres serio. No sabes cuando tienes que callarte. No
sabes cuál es el límite, y siempre terminas cruzando la línea. Eres un friki.
Hablas de cosas que no entiendo y que no me importan. Parece que vives en otro
mundo. No tienes capacidad de concentración. Te comes demasiado la cabeza.
Puedes llegar a ser desesperadamente cansino. Y tu voz no me gusta en absoluto.
No te gusta salir a la calle, ni mezclarte con los demás. Te pasas la vida
perdido entre libros, como si el mundo real no te importara. No entiendes de
nada de lo que yo entiendo. Y no entiendo de nada de lo que tú entiendes. Es
como si hablaras en chino constantemente. Eres arisco. Y muy impertinente. A
veces rozas lo pedante, y más de una vez he tenido que aguantarme un "cállate",
porque no quería ser grosera. Eres arrogante y te crees mejor que nadie. No
soporto ese aire de superioridad que te das, ni como combinas la ropa. Y no me
hagas hablar de tus zapatillas. No me gusta tu pelo. Piensas justo lo opuesto a
lo que pienso en todos los temas importantes. No comparto tu ideología, y creo
que tienes unos cuantos valores equivocados. Me pareces nulo en eso de la
empatía, y no sabes escuchar. A veces eres infantil pero en el mal sentido. Tus
argumentos son pueriles casi siempre, y me parece una pérdida de tiempo
discutir contigo. Y creo que no hay nadie que me irrite tanto con su sola
presencia en más de cien kilómetros a la redonda.
...
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