Era el más guapo de esas tierras amarillas,
llenas de viñas y polvo en el asfalto.
Salíamos con la parrilla
a asar esas chuletillas
que estaban para chuparse los dedos.
Mi hermano y yo,
con él,
nuestro abuelo.
El que andaba en esa bicicleta vieja,
y siempre iba a la huerta,
y salía a pasear a su niña día sí día también.
Ahora no se acuerda de mi nombre, ni de el de ellas,
y las arrugas de su cara reflejan las durezas de su alma.
Una vida dura.
Y en nuestros corazones el recuerdo
de su voz gruñendo sin parar.
Y lo que le queremos.
Y lo que os quiere él.
ReplyDeleteY a propósito: ES el más guapo de esas tierras amarillas.