Recuerdo que no conseguía quedarme despierta para esperarle cuando llegaba de trabajar. Mi madre me metía en la cama, porque él solía llegar hacia las 10 y yo era demasiado pequeñita como para seguir levantada. Ah, pero no me dormía. Dormitaba, era una duermevela curiosa, en la que no conseguía conciliar el sueño hasta que oía sus llaves en la cerradura. Tenía que saber que estaba bien, que ya había llegado y que no le había pasado nada. Sino, se me hacía imposible dormir. No le veía en todo el día, y claro, yo no sabía qué pasaba ahí fuera en la calle, pero sabía que si llegaba a casa nada podía estar demasiado mal. Ese era mi momento de alivio, mi momento de saber que papá estaba en casa, y entonces todo estaba bien. Siempre tuve problemas para dormir. Y hoy en día todavía los sigo teniendo. A veces, desearía que volviera a entrar por la puerta, creándome ese estado de tranquilidad absoluto, sabiendo que si él está cerca nada malo va a pasarme. Cuanto más me alejo de él, más cuenta me doy de la falta que me hace. De lo niña que sigo siendo en ese sentido. De que da igual cuantos años tenga, seguiré necesitándole como cuando era una cría. No sin mi padre. Jamás sin mi padre.
Me asustan las dos últimas frases. Tu vida es tu vida, vale Mikele? Y Sevilla te espera. No te eches atrás, Tu padre siempre será tu padre y SIEMPRE te va a querer y va a estar a tu lado, porque siempre está a tu lado, ¿o crees que pasa una sola hora de su vida sin que no piense en ti en algún momento? Está a tu lado aunque no esté físicamente. Y él lo que quiere (todos los padres lo queremos) es que vueles libre y seguro que está orgulloso de que vayas a estar un poco más al sur, ok? Vamos!!!! Además si le echas de menos, para algo Bell inventó el teléfono... ¡Animo! ¡Y no te eches atrás! ¡Vuela!
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