Y paró la vida de golpe
con el tic-tac de sus tacones
y el ronroneo
de su culo al caminar.
La miraron como si nunca antes hubieran visto a una mujer.
Como si la tierra se hubiera abierto
y estuvieran tocando un pedacito de infierno.
No tenía nada de ángel,
lo supieron sólo con mirarla.
Pero todos habrían estado
dispuestos
a quemarse con ella,
en ella,
por ella.
Lástima que ya tuviera dueño.
Que fuera de nadie, y de todos.
Que fuera un espejismo
que no se podía tocar.
Que desaparecía.
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