Mi padre tiene razón, pero no se lo digas. Nunca está equivocado. Es imposible discutir con él y eso me saca de quicio. Pero en momentos así, con el estrés asomando por cada esquina y yo histérica perdida, y aunque me presione para que lo apruebe todo, y me exija lo que me tiene que exigir porque para algo es mi padre, sé que cuando no puedo más por la ansiedad, y le llamo llorando, es el único que sabe calmarme y hacerme sentir que no soy tan inútil como pienso. Si algún día consigo llegar a dónde quiero, si algún día consigo ser periodista y trabajar y ser feliz con ello, se lo deberé a él. Es mi periodista favorito, al que no cambiaría por nada ni por nadie, y el que siempre me enseñó que con paciencia, trabajo, esfuerzo y calma, se pueden conseguir las cosas. Es mi ejemplo a seguir, mi equilibrio. Y yo de mayor quiero ser como él.
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