Friday, January 10, 2014

No quiero nada más,
sólo perderme.
En cualquier otro lugar.
Muy lejos de aquí.
Jodidamente lejos.
No vengas conmigo.
No te haré bien.
No estoy en mi mejor momento,
ya ves.
Las cosas no fueron cómo quería que fueran.
Volví a perder.
Como antes tantas veces.
Podría decir que estoy acostumbrada.
Pero estaría mintiendo.
Porque no puedo acostumbrarme,
a este sinsentido,
a este no volar,
a este estancamiento.
No puedo acostumbrarme,
a que ella no esté aquí,
ni a que sus ojos
no aparezcan por ese costado
a las mañanas.
Quizá te parecerá una tontería.
Pero desde que no está,
creo que el mundo es muchísimo más gris,
y me cuesta mucho más
encontrar esos colores,
que con ella
venían solos,
y estaban siempre,
revoloteando a nuestro alrededor.
Porque yo soñé
con conquistar el mundo con ella
a mi lado,
y ahora sin ella,
soy un poco huérfana,
un poco vagabunda.
Sigo a la deriva,
cómo desde aquel día,
cómo en todos
los días que
precedieron
a ese último día.
Y no sé
qué magia
o que hechizo
puede salvarme.
Pero es que quizá,
ni siquiera quiera salvarme.
Quizá ya nada importe nada.
Y creo que sólo allí,
o en algún lugar que no sea este,
podré esbozar algo así
como un amago de sonrisa.
Pero no te engañaré,
nunca volveré a sonreír
como aquella vez,
como aquellas veces.
Y si estoy perdida,
tampoco es tan terrible.
Ya viví cosas peores.
Esto sólo es un standby que no se acaba,
porque mi luz
ya ni se enciende
ni se apaga.
Porque ya no está.
Y ya no estoy.
Y ya no estamos.
¿Entonces para qué quedarme?

Ahora sólo pudo huir.
Huir de todo,
y de todos.
Encerrarme en un caparazón
que huela a ella.
Y no salir.
Y no salir.
Permanecer.
Guardarla conmigo para siempre,
en ese pedazo de alma.


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