No es mi culpa, que sean las 3:20 de la madrugada y que ella se siente aquí en mi mesa y me haga un cruce de piernas a lo Sharon Stone. Que quieres que te diga, suelo esperarla despierta, y siempre llega a horas intempestivas. Pero hace que merezca la pena. Borra los bostezos de un plumazo, y me desnuda lentamente sin apenas rozarme. Está tranquila, está en el aire. Y antes de que se vaya dando un portazo, dejando sólo su aroma, necesito capturar la esencia más salvaje. Esa magia y ese misterio del que se impregnan las paredes cuando ella pasea descalza por toda la habitación.
Quiero que me haga el amor como si no hubiera mañana. Como si la salvación del mundo estuviera en nuestras manos.
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