Todavía sigo pensando que el chándal y las chancletas son dos de los mejores inventos del ser humano. Sigo pensando que la luz de las farolas inspira más que la del sol, por ser más tenue, más débil, artificial. No me digas qué tiene, pero hace que todo parezca más siniestro. Y cuando veo esas luces a lo lejos, como cuando me asomo por la ventana de ese décimo piso y miro hacia mi este, (pero que no es el este en sí, si no el norte) formando cúmulos, y filas parpadeantes... siento que son como pequeñas luciérnagas. Sólo que no son tan bonitas. Porque las luciérnagas son raras, y aquí apenas se ven, es más yo aquí nunca he visto ninguna. En mi pueblo sí, y me pareció magia. Pero las farolas no son magia, porque están por todas partes, y hay demasiadas, y no me dejan ver las estrellas. Pero aún y todo, me siguen inspirando. Sigo pensando, y llámame previsible, o redundante, que los viernes son un día excepcional. No porque sean el prólogo del sábado. No, no es por eso. Es porque vuelvo. Y con eso lo digo todo. Vuelvo a mi verde, a mis colores, a mis sonrisas. Y a eso no le puedo poner precio. Sigo pensando que la cerveza es lo único bueno que saqué de tantas y tantas borracheras. Pena que ya no pueda beberla. Sigo pensando que no hay nada en el mundo que vaya a gustarme más que el chocolate. Y eso es un serio problema. Sigo pensando que todo eso no tiene ningún sentido. Pero le sigo dando vueltas. Sigo pensando que no podría vivir en un sitio sin mar, y sin embargo sueño cada día con Sevilla. Sigo pensando que después de aquella bola de pelo tan jodidamente preciosa, ya no soy la misma. Y creo que jamás volveré a serlo. Pero no importa. Estaré bien. Sigo pensando que él es el mejor del mundo, y que daría un dedo por poder ir a verle. Me desmayaría, seguro. Sigo pensando que las atracciones no son un buen invento, y me siguen dando miedo, y me sigo sin montar. Menos mal que mis amigas ya tampoco se montan, sino seguiría siendo la que sujeta los abrigos. Y eso no mola nada. Sigo pensando que andar bajo tierra es lo más loco que se le ha ocurrido a un cerebro, y por favor, que no me timen, eso no puede ser seguro. Algún día se caerá algún metro y entonces podré decir eso de "yo tenía razón", si es que... no somos topos, no lo olvidéis. Sigo pensando que los ascensores son muy prácticos y todo lo que quieras, pero acojonan que te cagas, y a mí no me jodas, pero diez pisos en caída libre a 9.8 de aceleración, la ostia que te das es importante. Sigo pensando que bailar es tan necesario como respirar. Sigo pensando que el sonido de la lluvia, el del mar y el del choque entre la bota y el balón de fútbol son los mejores sonidos del mundo. Sigo pensando que nunca dejaré de escribir, porque eso supondría dejar de ser yo, y por favor, no quiero dejar de ser yo nunca. Sigo pensando que hay corazones que no están preparados para querer tantísimo. Pero al mismo tiempo sigo pensando que si no se quiere tantísimo todo deja de tener sentido. Y es que creo que esa es la medida: tanto. Y todavía sigo pensando que si el corazón te late más fuerte, y te vuelves medio tarada, y ya no sabes ni dónde estás ni en qué día vives, y a pesar de eso, te quedas sentada, eres idiota de remate. Porque sigo pensando que sólo tenemos este momento, y que si lo desperdiciamos, el tiempo no nos regala otro. Y es que todavía sigo pensando, que en el amor hay que correr a contrarreloj, para poder llegar a ese momento en el que por fin se para el tiempo.
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