Hoy la he abrazado.
Después de seis años.
Tiene las mismas pecas,
y el mismo brillo en la mirada.
Está igual de delgada,
quizá incluso más,
y es igual de bajita.
Nada ha cambiado en ella.
Al menos, no por fuera.
La he visto venir por la acera de la panadería.
Yo caminaba por la otra,
y en cuanto la he visto aparecer,
he cruzado la calle sin pensármelo
y me he lanzado a sus brazos.
No se lo esperaba.
La he apretujado como
si fuera un cojín,
y he sonreído de aquí
a la luna y más.
Y entonces,
mirándome con esa cara
que tan bien conozco,
me ha dicho:
- Que abrazo tan lindo, dame otro.
Y yo,
conmovida,
la he vuelto a abrazar.
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