A veces, como ahora, tengo ganas de llorar y no sé por qué. Es algo que no he conseguido descifrar jamás. Es una desazón inexplicable. Una sensación de no pertenecer a ningún sitio. Sentirme nómada, y ajena a todo. Tan sola que siento que no tengo a quién pedir socorro.
Quizá será el frío que entra por la ventana.
O las cenizas de mis sueños esparcidas por el suelo.
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