¿Tienen algo no? Las mañanas. Estoy medio dormida, y no puedo pensar bien, y a veces parece que me va a explotar la cabeza. Tengo sueño. Y pienso en ese viaje todo el rato. Nerviosismo. Y luego están las clases eternas, y la incapacidad de prestar atención, menos con ese profesor, porque todo lo que dice me parece alucinante, y habla tan guay que le tienes que escuchar. Y luego está ella, y sus ojos marrones, y esa sonrisa que hace que subir a la uni siempre merezca la pena. Y luego están las horas muertas en las que piensas en esa canción, y en ese libro, y en eso que te dijo que te hizo sonreír. Y están los autobuses, con sus vueltas y la gente, y el agobio de tener que correr porque eres experta en perderlos, y esta vez no te lo puedes permitir, y las conversaciones demasiado altas de la gente, cuando son las 8:30 de la mañana y tú sólo quieres dormir. Y están los viajes de vuelta a casa, en los que te pones a escribir como ahora, y parece que no hace tan malo, y comeré verduras, y veré un rato esa serie, y luego me pondré esa música y bailaré un rato, y escribiré otro rato, y va a ser cojonudo.
Y es que tienen algo, las mañanas. Una promesa oculta de que el día siempre puede mejorar. Un encanto diferente, que no huele a café porque no me gusta. Que sabe a cereales.
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